Por Frank Ferrero
Dicen, se rumorea, algunos aseguran, que las estrellas en el Priorat brillan de una forma diferente.
En la capital del vino, Gratallops, brilla con luz propia Amparo, jefa de sala y propietaria de “Els cellers de Gratallops”. Hoy es un día en el que se juntan todos los astros para gozar de una jornada única. Me acompañan Paula Menéndez y Virginia, somelliers de Noor en Córdoba y de Dani García en Marbella, respectivamente. Están pasando unos días en casa y descubriendo un territorio lleno de pizarra, costers y márgenes de piedra seca, donde se hallan grandes vinos y enormes familias que los elaboran. La historia del Priorat es una batalla constante por la supervivencia en la que el territorio no lo va a poner nada fácil. Aun a día de hoy, sus carreteras serpenteantes y laberínticas le hacen a uno perder el sentido de la orientación.
Al norte, del otro lado del muro, nos servirá de guía para no perdernos en un entorno tan bucólico como enigmático, casi magnético, en el que el tiempo parece trascurrir de forma diferente. Parece que fue ayer cuando encontré una propuesta valiente y con tanta seguridad, que me enamoró al instante de conocerla.
En el Cellers de Gratallops no hay una carta fija. Su propuesta se basa en un menú de dos entrantes y un plato principal a escoger, además de postres. En la calle, casi entrando el mes de agosto, las temperaturas son de órdago, yo apostaría a que este calor tan extremo no es habitual en estos lares.
La entrada del menú la hacemos con unas arbequinas y una cerveza bien fresquita, acompañada de una degustación de aceite de oliva extra virgen y pan artesano del horno contiguo. A puerta gayola con el territorio.
Aunque para algunos la gastronomía se mueve por tendencias, hay profesionales que tienen claro su discurso desde hace mucho tiempo, y este es el caso. Un carpaccio de salmón y tapenade super fresco alivia estos calores y nos pone en situación, con una bella presentación en forma de milhojas. El primer entrante es recibido de buen grado y sacamos el pañuelo para la primera oreja. No soy un protaurino en ningún modo, pero el arte, la suerte del toreo gastronómico, ensalza la belleza que esta pareja ejerce con la misma fuerza y seguridad que delicadeza. Mientras nos arrimamos al toro, una conversación sobre la maratón de bodegas que estamos vistando y la gran calidad de los vinos que hasta ahora hemos probado nos da un margen para el tercio de baras. Gloria, dicen mis parteners al unísono. Cuchara en mano cual picador nos llega una crema de remolacha con yogurt y langostinos. Sangran mis lomos de emoción a sabiendas que voy a morir de amor por el plato principal que se viene, una suerte de solomillo de ternera, pure de patata y setas con una reducción tan perfectamente ejecutada (los tres hemos pedido la carne bleu), que un pasodoble tan cañí como el gato montés resuena en mi cabeza. Un himno a las fiestas mayores venideras en los pueblos que hacen aún más auténtico nuestro paso por esta comarca.
La frescura de un helado de coco con piña fresca, un cremoso de toffe y su crumble son la estocada final. Con tanta cata de vino, hemos apostado por burbujas, un cava de Solá Raventós que ha maridado perfectamente con todo el menú. Una vez más, el Cellers de Gratallops me deja un regusto final dulce. Con ganas de más. Un lugar que no puedes dejar de visitar si pasas por Gratallops.
Nosotros nos vamos con Joan Jarque a visitar Clos de’l Obac, historia viva de los grandes vinos prioratinos. No basta con leerlo y gozar de este cielo de estrellas tan nítido y deslumbrante. También está bien reflexionar sobre lo minúsculos que somos en este universo maravilloso del que todos formamos parte. De momento iremos humildemente a catar y a disfrutar los Kiria, Miserere y Clos de’l Obac de la mano de Joan. Los vamos a mimetizar después de esta energía astrológica taurina que hoy se ha dado en el far west catalán.
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