C/ Drassanes, 19, 43850-Cambrils Puerto · Tarragona · Telf. 977 36 13 07
Por Frank Ferrero
Llego a la zona azul cerca del local donde como, esa zona de pago que nos han impuesto en casi todas las ciudades y que me pone nefrítico, igual que pagar en las autopistas. Después de un periplo de obligaciones y carreras durante toda la mañana hasta hacerme con un coche, terminar mis recados de sabbat y llevar un regalo a mi hija, ya me siento libre.
Una cerveza helada o un vermouth negro le suplico al camarero de El Rincón de Diego, el restaurante de Cambrils donde hago mi parada gastronómica para sacar el bolígrafo y darme el placer de relatar. Me he dispuesto a disfrutar del día antes de la primera presentación-recital de mi primer libro de poesía recién publicado en la editorial Bubok, Sexo, amor y otras cosas del comer, del que hago unos atípicos recitales y que esta noche estreno. No vaya a ser que mi primera presentación sea un fracaso. Por si acaso, homenaje al canto.
Un vermouth helado de Yzaguirre reserva, que me da en la boca unas notas de cacao asombrosas, pues en otra ocasión al probarlo no las había notado, alivia el sufrimiento momentáneo y abre mi estómago como cuando el amor es de verdad, que se abre como garaje, de par en par. Será la sequedad de la boca, pues estamos a 37ºC y aliviar estos calores es una prioridad que agradezco infinitamente. El local está de bote en bote, un lleno absoluto y es de admirar en estos momentos de incertidumbre que vivimos.
Pido el menú degustación sin mirar la carta y a pecho descubierto, maridaje de vinos también que no falte de "ná". Que uno sale poco y cuando sale es de recibo darlo todo. Si hay que ir, se va.
La torre de defensa fortificada de Cambrils sirve de excusa para alinear las huestes. Un ejército de aperitivos con el que empezar a librar la batalla. A un lado, en el platillo, pan de Calamata y de semillas de textura esponjosa y crujiente costra, de color ámbar pues sus azúcares han caramelizado a la perfección y brillan como las estrellas en una noche sin luna, intensamente.
Blody Mary, tortita de camarones muy crunch, dorado diente de león y sabrosa, oliva con cobertura de crema de cacao crujiente y líquida por dentro son la bienvenida antes del envite.
Continuamos con la croqueta de bogavante encaramada en lo alto del torreón, el falso tomate relleno de atún muy divertido, el boquerón con queso fresco sublime y la terrina de foie y crumble ponen el listón muy alto, ardua batalla para esta guerra que voy a librar plato a plato.
El maridaje un cava de Raventós y Blanc La Nit del que repito copa vaya a ser que no capte toda la esencia de este magnífico producto. El servicio va ligero, amordazado, con la sonrisa enmascarada, pero se les ve cómodos, atentos y muy agradables. Me rodean gentes que supongo están de veraneo, o simplemente se han desplazado como yo a comer a este templo culinario.
El dúo de cremas ya llega como primer plato, en un instante al probar las cremas por separado me han resultado insulsas, sin punch. En cuanto he ido incorporando ingredientes del plato hasta llegar a los langostinos, bocado a bocado todo ha cambiado, es cuando he llegado al éxtasis como el de la beata Ludovika que era de orgasmar y entrar en trance ante bocado pecaminoso como el que se encuentra en frente mía.
Tengo que decir que esta crema pide una cucharada más, una tras otra hasta dejar el plato reluciente. La Garnacha blanca muy afrutada de El Mar de Estels de la D.O. Montsant resulta ideal para la crema fría de ají y jengibre
El servicio majestuoso, repito, al levantar las mesas de forma tan elegante y acompasada, me recuerdan a mi pueblo, Margalef del Montsant, allí el tiempo parece que no pasa en un baile de puestas de sol y noches de estrellas comentadas con mi amigo Pere del que ya os he hablado en alguna ocasión y que recoge la mejor miel del mundo. No me voy por los cerros de Úbeda, continuo aquí.
Parellada orgánico de Parés Baltá maridaje para un tártar de tomate con bogavante y salsa tártara en el que el dulzor del tomate llena de sabor e intensidad el plato.
Me siento como el que tras comer el cuerpo de Cristo por primera vez, va a descubrir o a percibir un nuevo estatus social. Sin duda es así tras la oblea y unos cuantos rezos, descubro el cuerpo pero no de Cristo si no de la vieira con caviar. Averno no ha estado tan cerca desde que una noche en Sitges un trío de amigos acabo en orgía. Vino de la URV con Gewürstraminer y moscatel para redondear el sabor intenso a coral y caviar
¡Qué efímero es el placer! Después de dos movimientos te encuentras rascando el cuenco de cerámica con la cuchara en busca de más.
Un falso rissoto, que no es de quinoa, para variar, y que no voy a desvelar de que es, ya que he tenido que recurrir a Joel, el joven camarero, para que me lo chivase al comerlo. Una vez desvelado el secreto se entiende mejor este plato lleno de mar con su gamba roja, en una cocción donde la cabeza y sus corales me hablan al oído sus secretos, como el Mediterráneo al romper sus olas.
La terrina de pescado tiene un toque de diversión emulando un sushi rolling. El relleno o farsa espectacular de envoltorio, unas verduras al frente con un caviar divertidísimo y variado, perlas diría yo, escamarlán y carabineros lo coronan. Con el rosado de El Celler del Mas Roig chispean ya mis ojos haciendo chiribitas.
Caviar de peix volador, yuzu, salmón son las perlas de las que os hablaba y que acompañan al plato.... el camarero es mi speaker a cualquier duda, él me va solventado la papeleta. A cualquier duda tiene la respuesta perfecta. Me enfrento al último plato, el de carnes. Emoción pues es rubia y se insinúa que es del norte. Ya tengo ganas de hincar el diente pues sus jugos están ahí llamándome.
Voy desgranando cada centímetro de la rubia gallega. Primero el tartar y luego en finas capas que a modo de bocadito voy cortando junto al crujiente de patata y lo meto en la boca, se funde mientras cierro los ojos y mil imágenes de lujuria vuelven a invadirme. Y abro los ojos extasiado y mirando avergonzado a los otros comensales por entrar en éxtasis, cruzo la mirada con una joven mirándome, morena y de lengua ininteligible. Veo como chupa con descaro la piruleta de labios rosados de los petit fours, a sabiendas que el placer es compartido y haciéndome sentir un poquito menos solo.
Que tontuna, al alzar la vista me doy cuenta que la guiri tiene una hermana gemela. Que buen gusto las twins al sonreír a este viejo poeta con su brindis. Son dos bellezas para enamorarse, versarlas y tocar el cielo. Espero lo consigan, yo por mi parte acabaré esta copa de Formigues, el único tinto de todo el maridaje, cálido y agradable con la carne.
Continúo con los postres y los petit fours.
El gin tónic, de espectacular espuma y sabor súper refrescante, empieza a dar el punto y final a este banquete pantagruélico que recomiendo hagáis si estáis en Cambrils o a unos 100km de distancia. Por lo de la proximidad. Si no, tenéis que hacer visita obligada a este templo igualmente.
Me gusta mirar las caras de las gentes que me rodean, ver sus expresiones y fantasear con saber de dónde vienen, a dónde van, cual es la relación entre ellos, a la vez que miro me doy cuenta de lo que me voy acostumbrando a vivir en soledad, sin entregarme. Hoy los veo con cara de satisfacción a todos los comensales.
Huevo de oro, chocolate blanco y pasta filo.
El trampantojo del huevo es excelente. Al romperlo la textura de la yema hecha de frutas de la pasión, me lleva al recuerdo de unas gallinas catalana-extremeñas que me daban sus huevos a diario en un acto de amor incondicional. ¡Qué densidad de fluido y qué frescura! Como las extraño. El vino para el postre, un Pedro Ximenez, que se agarra a la garganta en su paso lento y dulce como arrope. Hasta aquí mi comilona pre-recital, ahora sólo falta despedirse agradecido y pensar en la noche que se viene de cantos y abrazos, llenos de poesía y amor.
EL RINCÓN DE DIEGO
C/ Drassanes, 19,
43850-Cambrils Puerto (Tarragona) ES
T. 977 36 13 07
restaurant@rincondediego.com
|