Hace tiempo que Barcelona recuperó las vistas al mar y todos sacamos provecho de ello. Algunos más que otros. La Barceloneta, la pobre, se vio, de la noche a la mañana, llamada a ser barrio turístico y forzada a vender sus formas más genuinas de vida como muestras folklóricogastronómicas. Sus pisitos sin sol se convirtieron en habitáculos para visitantes poco interesados en nada que no fuera una buena juerga. Quedaron en pie algunos restaurantes que “la gente de ciudad” reverenciaba pese a las nuevas modas culinarias, algunos bares y tabernas sin otra artillería pesada para combatir la desnaturalización del barrio que su arsenal de “bombas picantes”, y algún que otro “botiguer” que se amparaba a la sombra de un mercado que iba a menos. Un paisaje que tiene pocos trazos visibles de su pasado industrial y marinero, pero que sigue siendo epicentro de la cocina marinera de la ciudad. Can Solé, El Suquet de L’Almirall, Can Ramonet, La Cova Fumada, l’Òstia- heredero de La Bombeta- (la lista es larga y no me extiendo), cobijaron bajo su buena sombra otros comedores más actuales de los que abarrotan los TriPAvisors del orbe. Pero, ¿dónde están los pescadores de la Barceloneta? ¿Dónde está su pescado, su lonja, sus rincones, sus redes? Pues, eso, precisamente, es lo que fuimos a buscar.
Porque hoy no queríamos más que un buen pescado, porque no necesitábamos comedor con boato, porque hoy no queríamos explicación alguna que no fuera la descripción de una captura, porque estábamos seguros que nos podíamos zampar una buena fritura sin perfumarnos de fritura, porque sabíamos que aún quedan rincones donde se guisa con lo que trae la barca y se cobra lo justo y lo necesario…Por todo eso nos fuimos al Racó del Mariner, justo cuando el Rellotge del Moll marcaba la hora de comer, el Ángelus de los hambrientos.
La mesa estaba lista, porque a previsores no nos gana nadie. Mejor reservar y, si puede ser, no llegue más allá de las tres de la tarde, porque a esa hora se habrá acabado alguna cosa fresca y tendrá que conformarse con lo que quede. Por otra parte, el comedor se llena hasta la bandera y puede que el servicio se ralentice bastante a medida que pasan las horas. Tempranito se come mejor y más tranquilo.
Nosotros fuimos bastante comedidos en nuestra elección, no porque la oferta no nos convenciera, sino porque tenemos por norma pedir en una primera visita platos simples para tantear el producto y el tacto de los cocineros/as. Y, por qué no decirlo, tengo debilidad por las frituras de pescado. Es cosa genética: salitre y viento de Levante incrustado en el ADN. Incluso tengo una lista de lugares a los que he amado por sus “pescaítos fritos” ( ya hablé de El Cruce de Santa Coloma de Gramenet en alguna ocasión, de los buenos boquerones de El Refugio de El Pescador, en el Prat). Ahora acabo de incluir la fritura de El Racó del Mariner por ser ligera, variada, sin pegotononazos de harina y con un calamar tan fresco que superaba en sabor a las gambitas del plato. De las almejas marineras he de decir, en cambio, que, si bien eran buenas, no esperen almeja fina y tamaño gallego. Esto es el Mediterráneo y esto es una cocina de muy buena voluntad, pero lo de la cocción justa quizás no sea un mandamiento entre sus fieles. Las navajas eran más sabrosas, aunque adolecían de ese mismo exceso de fuego. Supongo que se puede sugerir sin que nadie se ofenda.
Por lo demás, vi a gentes pasarlo bastante bien con una zarzuela de merluza y arroces como de domingo en un miércoles cualquiera. Observé a una clientela bastante fiel, de los que pasan la mañana en el Salón Náutico, de los que vienen desde Sant Gervasi hasta el mar para comerse una doradita bien fresca con patatas panaderas, o uno de esos lenguados que habían llegado a las siete de la mañana y estaban dispuestos a hacérmelos en una menière rapidita. Gentes, en definitiva, que los que no hacen fotos a la comida- como yo y tantos otros foodies plastas-, de ciudad, del área metropolitana y más allá, asiduos varios. Comensales a los que alguien, igual que a usted, les contó que había un restaurante a pie de lonja en Barcelona y, ante lo insólito del hecho, les picó la curiosidad.
El Racó del Mariner
Moll de Pescadors s/n
Barcelona
Telf: 645 59 30 96
Abierto hasta las 4 de la tarde.
No hay menú de mediodía.
30 euros por persona aprox.
Por Inés Butrón
Licenciada en filología hispánica por la UB, periodista, escritora y autora de varios libros sobre temas gastronómicos: Ruta gastronómica por Cantabria, Ruta Gastronómica por Andalucía y Ruta Gastronómica por Galicia, Salsa Books, Barcelona 2009. Comer en España, de la subsistencia a la vanguardia. Ed. Península. Madrid 2011"
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