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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Catando vinos en Galicia [ Ir a EDITORIAL ] [ Volver ]
 

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Mis amigos de Galicia me piden que cate con ellos los nuevos vinos de la añada 2010, la del Xacobeo, en sus distintas versiones, básicamente la de Rías Baixas. Como catar de una manera fría y matemática me aburre cada vez más, nos dedicamos a probar vinos y hablar de ellos, una formula mucho más culta y civilizada que el cuerpo a cuerpo desnudo con el vino. Quede claro mi respeto por todos loa catadores puntuadores, pero este ya no es oficio que me agrade en exceso. 
Hablar de vinos gallegos con colegas sabios obliga a explicar anécdotas. Una ilustración que me ha llevado a recordar una historia que me explicó Néstor Lujan un jueves de whisky a las 12h. Invitado a pronunciar una conferencia sobre los albarinos, Lujan, que era de un estricto granítico, no se le ocurrió otra cosa que decir algo así como: los vinos gallegos no tienen interés, lo mejor seria que en Galicia aprovecharán su clima tan especial para plantar lúpulo y embotellar cervezas”. El jaleo fue de tal magnitud que el gastrónomo barcelonés precisó del capote mágico de Álvaro Cunqueiro para salir vivo del lance.
Hoy en día los vinos gallegos son de una entidad totalmente positiva. De alguno de ellos soy adicto, como puede ser el actual primer premio 2010 de la cata oficial de la 48 Feria do Ribeiro. Es un blanco elaborado por Bodegas o Ventosela,  el Gran Leiriña, un ribeiro excelente que ya había probado en un restaurante de Barcelona con estrella Michelin. En cambio, con los vinos de Rías Baixas, las discusiones se hacen más extensas, lo que me obliga a hablar y escribir con la cautela propia de un recién llegado a un país, Galicia, con intensa vida vinícola. De entrada sorprende que estos vinos estén tan evolucionados. Es, dicen los enólogos, resultado de la sequía y de las altas temperaturas del verano del 2010.  La cata inmediata da unos vinos buenos, algo fáciles, con mucha fruta, del membrillo al melocotón, pero sin el perfil de acidez que el catador espera encontrar, sobretodo cuando gusta de unos toques que dan vivezas y personalidad. Evidentemente al mercado, al consumidor formado en las doctrinas de las guías vinícolas al uso, estos vinos muy maduros le gustan. Es la gran dificultad que se plantean los enólogos, obligados a hacer vinos que se puedan vender, en tiempos en el que el consumo se retrae. Además el principal consumidor de Rías Baixas, hasta el 54% es Estados Unidos, con un público que se ajusta con precisión a este tipo de criterios.  A pesar de que la añada condicione vinos menos angulosos, más amables y hasta cierto punto un tanto mediterráneo, a mí me siguen interesando los vinos que responden a la tipificidad. En Alsacia busco piedra de pedernal y en Galicia ese golpe de látigo palatal personal e intransferible de los vinos del atlántico. En este sentido los enólogos que dejan hablar a la viña, la climatología y el suelo gallego merecen mi máximo respeto. Por fortuna son muchos los que parecen inspirarse en Ezra Pound y su “Dejemos hablar al viento”.
 
Miquel Sen
Galicia agosto 2011


Galicia Costa da Morte foto Bernadette Graner