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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Me invita un equipo de jóvenes relaciones publicas y parece que tendría que  saltar de alegría ante su proyecto de un viaje relámpago, un concentrado de información que en 24h me permitiría descubrir los secretos de una destilería.  La idea de viajar, hacer cola en distintos aeropuertos, cruzar frente a alambiques a la velocidad del rayo, cenar en un templo de la modernidad y volver a casa debe ser algo maravilloso que este desgraciado cronista no acaba de entender, acostumbrado a una antigua manera de ver la vida que me ha llevado a estar 3 días en una misma destilería de Armagnac y salir de ella pensando que sabia muy poco. Me faltaban semanas para descubrir cuales eran sus secretos. Esta visto que este tipo de propuestas concentradas  que entusiasman a tantos, no están hechas para mi.
Lo siento, pero voy a contra corriente. Me horrorizan los banquetes de más de cinco servicios y tres postres a los que sigue, el mismo día, la misma noche, otro festival, otro akelarre del gusto oficiado por un chef convencido de que lo sabe todo y que se excita frente a un cronista que no está seguro de lo que sabe, porque el gusto, la gastronomía es material cambiante. 
En verdad me repele la idea de aquellos que quieren ser los primeros, jaleados por otros que aseguran tienen el poder decidir quien es el mejor, de otorgar títulos de número uno del mundo, tantas veces conseguidos a golpe de codo, de humillación, de servilismo.  Desde mi primera comunión no puedo con las medallas, por lo que difícilmente comulgo con las repartidas en ferias del vino de segunda, a tanto la unidad. Debería existir una primera división de medallas, un reglamento que prestigie al que la reciba y que lo distinga de los premios mediocres, que confunden al comprador, perdido ante un medallero infinito. Si los oro, plata y bronce de segunda división me aburren,  me entra un sueño feroz en los banquetes gastronómicos, en cuanto los expertos comienzan a disparase entre ellos números y decimales, dando puntuaciones que harán el quien es quien de las guías.
Ante este panorama, visto como se gana un rosco en televisión, espectador  de los sobresueldos comúnmente aceptados, convencido de que todo tipo de justicia, de valoración, encierra la trampa demoníaca, (de la que a veces no somos concientes),  del que maneja el dinero, ya sea anunciante de un lobby agroalimentario, secretario político o cara dura a secas, intento parar el tiempo como un brujo, fijándome únicamente en los pequeños placeres que proporciona la comida en compañía, el vino, el arte y el paisaje. Es una pequeña ceremonia sacramental que realizo evidentemente sin agenda y que pretendo hacer llegar a aquellos que también navegan a contra corriente. El ultimo ritual para alcanzar la felicidad fugaz, ha consistido en una esplendida lamprea a la bordelesa, acompañada por un tinto que cuadra con el plato, el Numanthia 2008 en mágnum, un regalo de su autor, mi amigo Manuel Louzada.  En la mesa, como apunte artístico, una escultura de la serie soleares de alambre, obra de Bernadette Graner, al fondo el Atlántico en calma. Todo pura sencillez, o no.

Miquel Sen
27 de julio 2013