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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Mientras cocinaba una caballa [ Ir a EDITORIAL ] [ Volver ]
 

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Las ansias culinarias me han llevado a cocinar una caballa antes de su temporada. Es decir: a pesar de estar pescada en Malpica de Bergantiños, buena cuna de xardas, el océano está aún frío y el ejemplar, una vez en la sartén, no ha dejado ese aceite sabrosísimo que es marca del pescado azul cuando ha alcanzado la superficie del mar y se lo pasa de miedo zampando lo que encuentra a mano, o más exactamente, entre boca y aletas. Mientras fracasaba a medias, he pensado en lo de siempre, alias el confinamiento y el virus. Pero esta vez debía estar de buen humor porque lo que se me ha ocurrido es más o menos disparatado. Se lo cuento.



De entrada, debemos recordar que el bicho es un ser vivo. Así como suena. Por esa razón se merece mayúsculas. Son las respetables leyes de la gramática tras las cuales no podemos negar unas formas de actividad del virus de lo más sorprendente. ¿Han reparado en qué es un anticapitalista feroz, un antimundialista capaz de detener completamente el comercio mundial en el espacio de un mes? Pero hay más. Niega las libertades individuales, nos impide reunirnos o manifestarnos con una intransigencia que el más despiadado de los generales querría para sí. Por otra parte, su actitud anti erótica puede sacarnos de quicio. Parece un elemento influenciado por sacerdotes de alguna iglesia extremadamente integrista, de esos a los que mencionar una prohibición les produce un escalofrío sexual. Posiblemente sea un traficante de opiáceos, una gloria más a añadir a su currículum, dado que adormece las conciencias. Su sinuosa actividad nos ha hecho olvidar que sucede en Siria, por donde vuelan los bombarderos rusos y que está haciendo el señor Erdogan, un tipo profesional en el envío de armas del ejército turco a las tierras de Libia, donde las masacres están al orden del día. Unas gotas de láudano vírico y ya nos hemos olvidado de lo que sucede ahora mismo más allá de las fronteras del hogar.



La doblez de esta partícula viva minúscula es tal que, mientras escabecho una caballa, pienso que puede tener algo que ver con el agente 007. En parte por su nombre: lo de Covid-19 suena a James Bond, en femenino. Me explico. El infiltrado tumba más hombres que mujeres, al contrario de las proezas en la pantalla de Sean Connery. Mucho me temo que el Covid-19 esté Al Servicio de su Majestad, o de ese grandísimo imbécil que nos gobierna a todos. Desde su golf, capital real del mundo mundial. De lo que estoy seguro es que, como el 007, es un asesino repugnante.



Entre tanto, vuelvo a la caballa esperando que resulte más jugosa que este breve relato.