Javier de las Muelas: Javier de las Muelas está considerado uno de los más prestigiosos cocktailman al nivel mundial. Se inició en el mundo de la coctelería hace 30 años creando sus Gimlets, lugares de referencia en Barcelona, como otros locales míticos de su propiedad, entre ellos Dry Martini, reconocido internacionalmente como uno de los 10 mejores bares del mundo. Creador de una nueva línea de coctelería, es colaborador del diario La Vanguardia. Desde 2002 aloja en su almacén el restaurante clandestino Speakeasy, un reservado que recoge el espíritu de aquellos locales clandestinos que surgieron en las principales ciudades norteamericanas en los tiempos de la ley seca.

El primero de los grandes tenores que hizo uso de la nueva tecnología que supuso la aparición del fonógrafo, fue Enrico Caruso. Murió joven, a los 48 años, de modo trágico y repentino a causa de una peritonitis, lo que contribuyó aún mas al mito creado en torno a su figura.
Nacido en los bajos fondos napolitanos, tenía todos los ingredientes para convertirse en un referente, en un icono para los norteamericanos. ¿Qué más necesitaba para ser uno de los más grandes? Sin duda un cóctel. Un cóctel verde y cristalino, con sabor a menta que aclarara su garganta y potenciara su extraordinaria capacidad vocal y su indudable carisma como intérprete dramático.
Se prepara en coctelera, con abundante hielo: vertemos 1/3 de ginebra Bombay Sapphire, 1/3 de Martini Extra Dry y 1/3 de crema de menta verde. Batimos bien y servimos en copa de cóctel, esperando a que se aclare y quede cristalino, como la voz del gran Caruso.

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ÁLVARO MUTIS

Es la obra literaria de Álvaro Mutis, de gran maestro. Álvaro nace en Bogotá en agosto de 1923, hijo de diplomático, pasa su infancia a caballo entre Bruselas y Coello, la finca de su abuelo materno en Colombia. Esas vivencias quedan perpetuadas; su fascinación por el mar, los barcos y los viajes que tienen su origen en esos desplazamientos de Europa a Colombia en pequeños barcos mitad de carga, mitad de pasajeros. A los 19 años se inicia como periodista y, más tarde trabaja como relaciones públicas para Esso, Standar Oil y Columbia Pictures. En 1956 se establece en México, tras tener que abandonar Colombia por un cinematográfico episodio. Es en México donde nace su amistad con Luis Buñuel, Carlos Fuentes y Octavio Paz. Es detenido por la Interpol y encarcelado durante unos meses en la prisión preventiva de Lecumberri. Esta cruel experiencia cambia su visión de la vida, del dolor, de los sentimientos humanos y así se verá reflejada en su obra literaria.
En 1986 publica su novela sobre Maqroll el Gaviero. Auténtico protagonista de sus escritos y que encarna muchos detalles de la personalidad, de la vida del propio Álvaro.
En ella se recogen en muchos de sus relatos referencias a bares, a barmen y a múltiples cocktails. Nos habla de cantineros, como Alejandro, el barman ideal de memoria infalible, que no hacen preguntas, que recuerdan preferencias y caprichos de sus parroquianos.
Sus muy variadas crónicas de Maqroll el Gaviero: La última escala del Tramp Steamer, Amirbar, Abdul Bashur, Tríptico de mar y tierra, Ilona llega con la lluvia… Es la primera una de las más perfectas y bellas historias de amor escritas que he tenido la oportunidad de leer.  
Relator en primera persona, Maqroll narra sus visitas al Boadas barcelonés, cuando Abdul su amigo del alma está en Barcelona encarcelado, allí después de trasegar varios Martinis a la búsqueda de la fórmula ideal, entabla incipiente pero eficaz amistad con un funcionario del consulado inglés que conseguirá después de variadas gestiones liberar a su amigo.
En uno de los encuentros que tuvimos en el Dry Martini Bar de Barcelona, tras ir a buscarlo al hotel Majestic donde siempre se alojaba y acompañado por Carmen, su mujer, mientras conversábamos me pidió si podía hacerle un favor, yo le contesté que por supuesto si de mí dependía y, bajando el tono de voz me confesó que su gran ilusión era poder oficiar un día dentro de la barra de un bar. Inmediatamente en pocos segundos abriéndole la puerta le acompañé hasta la misse en place, convirtiéndome en privilegiado ayudante suyo. Allí estuvo oficiando, preparando Martinis, mientras con un guiño emocionado me daba las gracias.
Gracias a tí Álvaro. Gracias por tu forma de ser, gracias por tus páginas escritas.

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