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LOS “CHUCKWAGONS” BUSCAN APARCAMIENTO (Hemeroteca)
Por Antonio Vergara
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Antonio Vergara: Nacido en Valencia, lleva más de tres décadas ejerciendo la labor de periodista gastronómico, con una mirada a lo Far West. El cine y el jazz son también su telón de fondo. Sus inicios fueron en la Cartelera Turia, en 1972 y desde entonces no ha dejado de colaborar en distintas publicaciones, como La Cartelera. Publica los sábados una sección gastronómica semanal ('Menús variados') en el diario 'Las Provincias' de Valencia y los domingos una columna de opinión ('¡Salve y usted lo pase bien!) en este mismo diario". Su primer libro fue Comer en el País Valencia. Le siguieron la Guía Seat Panda, Comer en Carretera, De tapas por Valencia, La España dulce y Protagonistas de Nuestra gastronomía, editado por Editorial Prensa Valenciana S.A. Es director del Anuario de la Cocina de la Comunitat Valenciana. Detenta el Premio del Festival Cinegourland (Cine y Gastronomía),concedido por su dilatada dedicación a la gastronomía y a la crítica cinematográfica.


Se aproxima, inexorablemente, el fenómeno “food truck”, o comer en camiones y camionetas aparcados en un punto de la ciudad. Los esnobs están ya ansiosos por verlos en las calzadas urbanas. Esta última moda (norteamericana y “divertida”) se suma a los restaurantes bistronómicos, los gastrobares y la desaparición de los manteles y las servilletas de tela (para ahorrar en la lavandería), sustituidos por materiales sintéticos e incluso por nada. Con la madera de la mesa basta. Asimismo, para recortar gastos en la cubertería, se procura que las “creaciones” gastronómicas se cojan con los “fingers” (llamados antes dedos), como en la película “Los vikingos”. Como dijo aquel general, “seguimos avanzando hacia la retaguardia”.
Los “food trucks” tienen su origen en la Antigüedad, pero con carretas y caballos, sin vehículos a motor. La diferencia es que los viajeros o soldados podían sentarse en el suelo, y en los “food trucks” hay que comer de pie.
En la segunda mitad del siglo XIX, hubo una enorme trashumancia cuando finalizó la Guerra de Secesión. El avituallamiento de quienes huyeron de la miseria y el hambre de la posguerra, lo solucionaron inventando los “chuckwagons”, carromatos donde almacenaban los alimentos, y que transformaban, a las horas de comer, en “food trucks  avant la lettre”. A veces, eran asaltados por los indios apache y sioux; o por los  guerrilleros de Bedford Forrest, temido grupo de asesinos liderados por un ex general sudista. Les robaban el tocino, el café y las alubias. Era el menú del día, de todos los días y todas las noches,
Es de suponer, pues, que algunos nostálgicos de la batalla de Gettysburg, principio del fin de la Confederación, pensaran en los “chuckwagons”, pero a gasolina o diesel. El circo en que han transformado la cocina y la gastronomía de un tiempo a esta parte, se completa con los camiones (¡los diseñadores ya están frotándose las meninges!). El  mundillo esnob y “moderno” reserva su mesa para comer de pie o sentado en el bordillo de una acera. Buen provecho.