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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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Con un golpe de magia, es decir aplicando criterios estrictos e inteligentes el chef Romain Fornell, en compañía de Michel Sarran, el dos estrellas Michelin de Toulouse, han abierto un espacio en el que se recrea un café bristrot de buen ver. Este salto a Francia sin moverse de Barcelona se aprecia desde la entrada del Café Emma, a partir de una sugerente y pequeña terraza, con sus sillas de café parisino. En el interior la decoración amplia esta sensación, a partir de una barra de mármol, mesas apretadas, todo ello iluminado  por lámparas de cristal.
La carta de este establecimiento nos permite un buen número de opciones, ajustadas a nuestro apetito y al tiempo que disponemos para comer. En mi primera visita, sin prisas, tras apreciar la calidad de la mantequilla francesa, la mantequilla, como el aceite son un test del nivel de un restaurante, he comenzado por una copa de champagne Pommery y unas ostras del ostricultor Daniel Sorlut. Son las “fines claires” del numero dos de Marennes Oléron,  a 2,90 euros pieza, sabrosas, suaves de sal. El aficionado a este tipo de marisco ha de tener presente la existencia en Café Emma de ostras especiales del numero cuatro de la misma procedencia. Ostras que vuelven a aparecer en las distintas ofertas de platos de marisco, tres opciones interesantes que cuestan desde 32€, 48€  hasta los 86 euros.
No he podido resistir a las “rilletes”, muy sabrosas,  servidas con pan del horno de Sant Josep, crujiente y a buena temperatura. El ligero aporte graso de “las rilletes” se funde  en el pan, invitando a beber el tinto a copas de la casa, un Carignan Vieilles vignes  2010, con la potencia y la fruta de los vinos del Roussillon. Seguidamente me han servido el rosbif de buey de Aubrac, con guarnición de ensalada y encurtidos, pepinillos y piparras. Una salsa tártara bien hecha, acompaña los tres cortes de carne, que no son insípidos, si no con gusto a la proteína roja de buey que es buey. El punto de cocción, con los bordes bien sellados y su interior rojo, jugoso, sin excesos de crudeza, respeta la calidad de la carne. Atención al precio, 7 euros, porque constituye una fórmula de un único plato a tener en cuenta.
Dispuesto a entrar en los secretos de esta cocina que es responsabilidad del chef Daniel Brin, (creo recordar que era el segundo de cocina en el restaurante Languedoc Roussillon cuando en esta casa ejercía Jean François Ferrier, un chef sabio, de amplios  conocimientos)  he tomado nota de una serie de referencias que aseguran el lleno de este establecimiento. Un foie gras poêlé, crumble y manzana verde, la clásica ensalada Cesar  o la niçoise, la terrina de foie gras, el “onglet”, un corte de carne equivalente a la entraña, son platos tan tentadores  como las mollejas de ternera braseadas en su jugo, las salchichas de Toulouse con sus lentejas o el espectacular lomo de cordero confitado al horno y puré de alcachofas. Más ligera, la ensalada de aguacate, buey de mar y salsa cóctel que sirvieron en mesa próxima, también tenia un potente atractivo. Son platos que hacen chispear nuestro apetito.
No obstante, el confit de pato, servido en cazuela, con guarnición de patatas ha sido mi elección, sabiendo que unos buenos cocineros del Sud Ouest de Francia no trabajarían los confits de baja calidad que están resultando demasiado frecuentes en algunas tiendas y restaurantes. El confit que sirven en Café Emma está elaborado por la firma Manoir d’Alexandre con sede en el país vasco francés. Responde a las exigencias de sabor y textura que se espera de este tipo de tratamiento del pato. Perfectamente adecuadas, las patatas, no son un puré fino si no que están  chafadas al tenedor, sabrosas por los fondos de cocción que recogen en la cazuela en la que nos sirven el confit. Teniendo muy presente la oferta de quesos, he pasado directamente a la lectura de la carta de postres. Se ajusta perfectamente al concepto del restaurante francés, con tarta de queso, crêpes suzette con helado de gran marnier o helado de chocolate negro con salsa de caramelo. Buscando sabores típicos difíciles de encontrar por estas latitudes, he probado el baba al ron, en el que el baba estaba impregnado, no inundado por el ron, lo que mantenía los aromas de levadura de la masa.
El servicio es rápido, eficiente y en conjunto dan ganas de volver para probar otros muchos platos, que son inasumibles en una primera visita. La relación calidad precio es muy buena.

Miquel Sen

Calle pau Claris 142
Tel: 93 215 12 16
Formula mediodía: 17 euros- noche 22 euros
A la carta a partir de 30 euros
Abierto de lunes a domingo de 8h a las 0h30