Gracias a la decisión personal de la señora Glória Ventós se ha salvado de la especulación el último edifico señorial del barcelonés barrio de las Tres Torres, antes un paraíso de casas con jardín que se extendía en el limite con Sarrià. Dos Torres, convertido en restaurante con terraza privada, es ahora una referencia veraniega imprescindible en la ciudad. Tanto en los comedores interiores, diseñados elegantemente por Fernando Salas, como al aire libre, podemos disponer de una carta que huye de los contrastes excesivos, de la cocina de autor, para plantear una larga serie de platos que apetecen en cualquier momento a un publico que utiliza Dos Torres como restaurante diario, gracias a su menú de 21 euros, de día de fiesta, o de refugio para la practica de la media ración en la cuidada terraza.
La carta plantea entrantes muy variados, a caballo de la cocina actual, con numerosos aportes de la japonesa. Como aperitivo he pedido la mojama de atún de las almadrabas de Cádiz, finos cortes de atún seco, con ese color que recuerda el jamón. El contraste y la sal están dados por unas almendras. El siguiente servicio fueron unas croquetas de jamón y ceps, con un relleno precedido por el sabor de las setas. Unas buenas croquetas, bien rebozadas y fritas, lo que aunque parezca una trivialidad culinaria, no lo es.
Los rollitos de verduras son otra tentación, que se acompañan con salsa de soja. No son grasientos, que seria su peor pecado y si crujientes, su mejor virtud. Los alterné con la mini ración de crema de melón. Esta última responde a un concepto ya clásico, los gazpachos de fruta, pero con una resolución muy actual. En el caso del melón, un Vicentín, su jugosidad tiene como contraste una textura de gelatina de menta, refrescante, agradable. Las bravas, cortadas a cubos, valen la pena, aunque a mi me gustan las bravas mucho más bravas, sin la renuncia a sus orígenes de tasca. Estas son buenas, están bien resueltas, pero les falta rabia. De hecho están perfectamente adaptadas al elegante barrio de Tres Torres. Si ya consta que las croquetas son muy sabrosas, imprescindibles, este es un término que hay que aplicar a los langostinos fritos, rebozados con pan japonés a la lima. Una ración de estos langostinos, acompañados por unas copas del notable cava de la casa, el Vilarnau, es una manera gastronómicamente civilizada de enfrentarse con el calido verano de BCN.
La tapa de guacamole es según mi criterio, el punto débil del banquete. Le faltaba definición en el sabor, un toque mejicano, una punta de chispa, lo que la convertía en una guarnición, en un apoyo a un largo banquete. Otro de los primeros que merece mención es el bikini de jamón de bellota, mozzarella y trufa, un juego adictivo sobre el bikini clásico, que puede ser punto de apoyo para comer a deshoras, como entretenimiento. Es un bocata de lujo, delicado, en el que la trufa y el jamón realzan sus aromas, potenciados por el calor de la plancha. Junto a los langostinos, este bikini define lo que podría ser una mini cena nocturna a deshoras en esta casa lujosa, llena de detalles exquisitos.
Al margen de estos platos y de unos pescaditos fritos que me he quedado con ganas de probar, los segundos se mueven en un territorio gustativo que el chef Carles Cases conoce perfectamente. Son los tartars en sus distintas versiones, de atún y aguacate o de ternera con un aporte aromático de calvados. Son tartars de potencia media, sin sabores excesivamente sobresalientes, en los que se aprecia la buena materia prima y el deseo del cocinero de no cansar a su fiel clientela. Más potente el huevo con ceps confitados y trufa de verano es una propuesta que nos lleva al recetario tradicional de los huevos rotos, estrellados, que siempre podemos entender, según nuestro apetito, como un primero o un segundo. En cualquier caso estaremos pagando unos razonables 9 euros por ellos.
Los arroces, son una marca de la casa. He pedido uno de ceps, langostinos y verduras, bien de punto y de concentración de sabor, un tema al que hay que prestar atención, porque últimamente se extiende la tendencia de servir arroces elaborados con fumets y caldos muy subidos de sal y de sabor, por lo que acaban recordando a los cubitos de concentrado de sopa. No era el caso de este arroz. Seguidamente he compartido el entrecote de ternera de Nebraska, una carne de moda con gusto de carne. El punto de cocción era el correcto y el vino que escogí para acompañarlo fue un tinto Beronia reserva 2005. Hacia tiempo que no lo cataba y me ha confirmado el buen concepto que tengo de esta bodega riojana.
Todos los postres, son de muy buena elaboración, obra de Maria Pilar Garcia. Formada en Sacha, una de las grandes pastelerías barcelonesas, guarda de su aprendizaje la proporción del dulce y la sabiduría de trato del siempre difícil chocolate que plantea en cuatro texturas. El sorbete de lima y albahaca, el licuado de piña y manzana, el tiramisú, además de estar bien logrados se mueven sobre los 5,50 euros. El servicio dirigido por Javier Portabella es eficiente, tanto en los comedores cerrados como en las mesas exteriores.
Miquel Sen
Via Augusta 300
Tel: 93 206 64 80
Horarios
De lunes a sábado de 13h a 16h y de 20h30 a 23h30
Viernes y sábado hasta las 24h
Cerrado: Domingos
Precio Menú: 21 euros
A la carta 40 euros
Terraza, música, copas
Salones privados
Adaptado minusválidos
www.restaurantedostorres.com
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