Una puerta pequeña, con un punto de secreto, da acceso a un restaurante que mantiene un aire de bohemia, de bistrot dónde encontrarse con los amigos bajo una estética típica, característica de los años 80. Dentro de este espacio reducido, Rufino Martinez plantea una carta corta, acorde con un establecimiento de pocas mesas y servicio familiar. A lo largo de estos años la clientela de Casa Julio ha hecho que algunos platos sean inamovibles, al extremo de que los arroces a la banda, el cabrito y los pescados a la sal, son uno de los motivos de fidelización de sus comensales. Evidentemente no encontraremos en este establecimiento diseño minimalista, ni cocina tecnoemocional, si no un recetario tradicional, sencillo, basado en la compra diaria en el mercado, a unos precios acordes con los tiempos que vivimos, lo que permite moverse dentro de unos 40 euros por persona, al margen del más económico menú diario.
Buscando estos conceptos he ocupado plaza en esta casa, pensando en el arroz a banda y en el plato de patatas que genera esta receta. Mientras cocinaban estos segundos, me han servido pan con tomate y jamón, el jamón estaba algo seco y unas croquetas excelentes, a las que han seguido dos platos de aparente sencillez, pero que obligan a comprar una materia prima perfecta y a darles una cocción muy estricta. Son los pimientos de Padrón, esos que cuestan doce veces más que los llamados “tipo Padrón”, y unos rovellons pequeños como botones, originarios del Pirineo francés, de los bosques de abetos, que tienen un sabor diferente a los de pino. Si, como es el caso, se le da una cocción muy precisa, bajo un control total de la cantidad y calidad del aceite imprescindible en su preparación, estos rovellons tienen un notable interés gustativo. Asimismo los pimientos del Padrón mantenían textura, sabor, estaban bien condimentados, sin impregnaciones oleosas que siempre son desagradables. Estos padrones de verdad, los tienen muy pocos restauradores en sus cartas o más exactamente, solo los tienen aquellos que compran en establecimientos de primera, como Petràs, Guzmán o Vidal.
El conjunto cuadraba con un cava, el Castell d’Age, que también resultó ideal con los dos segundos. Otros vinos a tener presentes dentro de una bodega corta, marcada por las dimensiones del local, son los tintos clásicos, Viña Ardanza, a 26 euros la añada del 93, o el Protos, a 18 euros. Un clasicismo enológico que se refleja igualmente en los blancos.
El arroz a banda de Casa Julio está muy bien hecho, suelto, con ese punto delicado que requiere esta receta en principio tan sencilla. Es plato para repetir, la primera ración sin ningún tipo de potenciador, la segunda con unas buenas cucharadas de alioli, que le dan chispa y sedosidad. A partir del caldo y el pescado con el que se ha cocinado el arroz, el chef Rufino Martinez prepara unas patatas guisadas a lo pobre. Cortadas finamente se sirven con el rape y la dorada, sin espinas, desmenuzados. Es una receta clásica, que a mi juicio requiere algo más de sabor, un punto de potencia que altere su suavidad.
Los postres, caseros, tienen también referencias inamovibles, como las profiteroles con chocolate caliente y las virutas de turrón con crema de leche. Totalmente de temporada, el melocotón con vino, invita a compartir postres, una idea muy acorde con la línea de un restaurante para comensales tranquilos, de buen apetito y marcada tendencia a la sobremesa.
Miquel Sen
septiembre 2010
Casa Julio
C/ MUNTANER, 439, 08021
BARCELONA
Tel: 93 2 01 60 07
Precio aprox: a partir de 35 euros
Abierto: De lunes a viernes de 13:30-15:30 h y de 21-23 h. Sábados de 21-23 h.
Cerrado: Sábado mediodía. Domingo. Agosto. Festivos de Navidad y Semana Santa.
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