Pese a las proclamas y la pujanza del vegetarianismo y el veganismo, las ciudades siguen apostando fuerte por la carne. En esta revista nos hemos hecho eco varias veces de los buenos chuletones de buey que Sagardi trae una vez al año para disfrute de los amantes de una carne roja, en declive por falta, simplemente, de buena materia prima. La última vez que los caté, en una de esas jornadas anuales dedicadas al buey, llegaron de un pequeño pueblo portugués fronterizo con Galicia en el que quedaban dos ejemplares que su dueño mimaba casi, casi a la japonesa. Me acuerdo, también, en esos momentos que escribo casi salivando, de los chuletones de Can Xurrades, hechos al momento por el propio comensal, en un reservado con brasa en el medio en el que cada cual se preparaba su trocito de buey Sayagues ( una bestia de 12 años pariente de una animal prehistórico de los montes de León) a su gusto y manera.

Pero, hasta ahora, abundaba el chuletón, el lomo ( alto y bajo), y el solomillo había desaparecido de las cartas. Un mutis por el foro un tanto extraño, si se tiene en cuenta que es el trocito más tierno y delicado de cualquier bovino, pues es aquel músculo, entre costillar y columna, que nunca se mueve, por tanto, no se endurece y no tiene casi nada de grasa. En el recuerdo quedaron los solomillos Wellington, el Café de París, al Roquefort, el Steack Tartare de solomillo o uno que yo recuerdo haber comido en un restaurante andorrano a finales de los 80 que lo servían con múrgules (colmenillas ) rellenas de foie. Unas delicias que algunos consideraran ya arqueología gastronómica, pero que para mí son iconos de la buena cocina, simplemente.

Entrar en el restaurante Solomillo, en el Hotel Alexandra, me recordó de alguna manera todo aquello, me pareció que ya iba siendo hora de recuperar esas piezas exquisitas, al modo de “La Formule” de algunos bistrots parisinos, donde el plato de carne, más una ensalada de lechuga trocadero aliñada con mahonesa de mostaza a la antigua y unas buenas “frittes” era el perfecto sustituto de nuestro famoso “menú del día”. De hecho, comentamos todos estos temas con Carolina Borrell, Directora del Hotel Alexandra y artífice, junto con Enrique Valenti, de este nuevo concepto gastronómico en Barcelona. “Reinterpretar la tradicional brasserie”. Ese es el objetivo. Pero añadiendo algunas propuestas.

En primer lugar, al entrar por la planta baja del hotel uno se encuentra con una charcutería Premium y una quesería de gran calidad con más de 25 referencias, todas ellas seleccionadas por Eva Vila. Forman parte de la oferta de Solomillo, como no podía ser de otra manera, pues se trata de ofrecer lo excelso en lo sencillo, que es la cuadratura del círculo gastronómico. En el piso superior, nos encontramos con un amplio y cómodo espacio obra del estudio barcelonés Borrell Jover Arquitectos, sin excesos ni recargamientos inútiles, de los que los barceloneses estamos ya un poco saturados. Madera, mármol negro y piel en los asientos más un buen caudal de luz es suficiente.



En esta primera planta , tal y como avanzamos antes, Enrique Valentí se ha encargado de crear una oferta en la que el cliente elige entre varias razas de carne ( desde la Frisian, una la rubia Gallega o la Black Angus de Nebraska, por ejemplo), el peso de la pieza ( desde 150 gr. a 500), .los diferentes puntos de cocción, las guarniciones y las salsas de su gusto. En mi primera visita disfruté de tres trozos de solomillo de diferentes razas de animal y con diferentes puntos de maduración, más unas zanahorias perfectas, una “salade” de trocadero bien refrescante, una parmentier suave y deliciosa, una salsa café de París y una bearnesa (otra de las grandes salsas olvidadas. La holandesa le ha quitado el cetro en los famoso huevos benedicttine de los brunchs) y una muestra de quesos de excepción: el catalán Bauma Pasta Láctica, de leche de oveja, un Cabriel, un queso de cabra sevillano que me recordó a los Payoyos gaditanos, y un intenso Shroppshire, azul y de vaca, inglés como el Stilton, pero de color naranja por efecto del anato. Todos magníficos. El postre ya me pareció excesivo, pero creo que el resto de los comensales disfrutó de un buen sorbete de mojito.

Me dejaba la bodega para el final. La reproduzco en el órden en el que fue servida para que cada lector juzgue: Aperitivo: Les Vignes de Bila-Haut A.O.C. Cotes du Roussillon (Garnacha Blanca, Garnacha Gris y Macabeo)
Salers: Donna Luigia D.O.C. Colli Piacentini (Malvasia) Frisona y Rubia: Lafou el Sender D.O. Terra Alta (Garnacha Tinta y Syrah)
Quesos: Lustau Peninsula D.O. Jerez (Palo Cortado)
Dejo para una segunda visita (que la habrá) una terraza interior en la que también hay una buena muestra charcutera y una oferta gastronómica que abarca desde las 10 de la mañana a medianoche.
Es obvio, después de este ejemplo y otros de los que ya hablamos en su día, que los hoteles y sus restaurantes van a estar muy presentes en nuestra guía particular de lugares recomendados, pues hay una más que evidente apuesta por atraer al ciudadano, y no únicamente al viajero ocasional, con un reclamo de exclusividad y buen producto. El Hotel Alexandra y el nuevo Restaurante Solomillo es un ejemplo clarísimo.
Inés Butrón


Solomillo- Restaurante Charcutería.
C/ Mallorca, 251.
08008 Barcelona
Horario restaurante: lunes y martes de 13 a 1530. De miércoles a sábado de 13 a 15’30 y de 20.00 a 23.00.
Domingo cerrado.
Horario Charcutería: de 10.30 a 01.00 ( ininterrumpido) . Abierto todos los días del año.
Telf. Reservas. 93 467 77 55.
Precio aprox. 40 euros dependiendo de los vinos.
Inés Butrón es licenciada en filología hispánica por la UB, periodista, escritora y autora de varios libros sobre temas gastronómicos: Ruta gastronómica por Cantabria, Ruta Gastronómica por Andalucía y Ruta Gastronómica por Galicia, Salsa Books, Barcelona 2009. Comer en España, de la subsistencia a la vanguardia. Ed. Península. Madrid 2011"
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