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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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El Xalet de Montjuïc: cocina tradicional con vistas [ Ir a RESTAURANTES ] [ Volver ]
 

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Contar con unas buenas vistas es uno de los mayores atractivos de un restaurante, siempre y cuando el primero sea, lógicamente, una cocina bien ejecutada. Ambos requisitos se dan en este comedor terraza que hoy nos acoge: es amplio, confortable, luminoso, giratorio, incluso, para los nostálgicos de aquel parque de atracciones que pasó a mejor vida, pero, sobre todo, bien anclado culinariamente.
Perteneciente al Grup Travi, conocido por sus restaurantes de grandes dimensiones en espacios magníficos, este Xalet, que sólo está adosado a las piscinas que dieron cobijo a los saltadores olímpicos, es un ejemplo de cómo interpretar una cocina propia en tiempos de tendencias mutables. Al igual que este castillo de sabor agridulce para los barcelones, la carta del Xalet nos recuerda que si abandonamos toda seña de identidad culinaria el futuro gastronómico tiene los pies de barro, las fuentes de la inspiración corren el riesgo de secarse y las bombas que se disparen sean solo puro fogeo, con mucho ruido y pocas nueces.
Jordi Anglí, cocinero bien formado, perfeccionista y meticuloso, instruido en Hofmann y stagier de Côte Saint Jacques de Joigny, demuestra en esta casa que es posible gestionar bien espacios enormes sin caer en el rancho para turistas incautos o el platillo de obrador externo que todo lo soluciona. En esta carta observo, además de cuatro concesiones a la más rabiosa actualidad culinaria- tartares de atún, currys de turno, woks de aquí y de allá, algas y pulpos - una serie de platos que tienden a desaparecer o a despersonalizarse a fuerza de esa reinvención absurda sin fundamentos a los que todos estamos obligados para sobrevivir en este presente de fugacidad extrema.
Elaboraciones a tener en cuenta dentro del apartado de “Tradición catalana” o “Con arroz del Delta” indican que nuestra cocina aún necesita de una buena terapia para superar problemas de autoestima o acabará entrando en una “reserva india” de la que no saldrá hasta que los restaurantes resuelvan su complejo de inferioridad por servir un rape con patatas, un bacalao a la llauna con mongetes del ganxet o una simple tortilla de alcachofas, menús que han abandonado la ciudad para refugiarse en pueblos y pequeñas ciudades donde la ultraglobalización no les permite poner un bao como bocadillo matutino o un ceviche en lugar de una esqueixada. Leer en la carta Paletilla de cabrito con peras y puré de garbanzos o tortilla de patata y cebolla le devuelven a uno la esperanza.
Como siempre, sin embargo, lo mejor es ir por pasos y poner ejemplos de lo dicho anteriormente.
Tras la copa de cava que degustamos en nuestro privilegiado balcón (les aconsejo una bonita cena en una espléndida noche de verano), nos sirven pequeños aperitivos, golosas croquetas de queso y nueces, suaves, justo para abrir el apetito. Seguidamente llega el tartare de atún con aguacate y unas pequeñas reducciones de soja. La ración es generosa (ténganlo también en cuenta cuando pidan), el pescado está bien cortado, el aguacate no lleva ningún condimento que le borre su sabor intenso, a frutos secos, untuoso. Es un buen comienzo. Lo marinamos con un blanco, un Albariño joven y fresco.
Uno de los platos más sobresalientes por la explosión de sabor y por la conseguida aromía entre pasta al dente, rape, gambas y salsa de crustáceos fue este canelón. Los canelones de marisco parecen haber pasado a la historia en la mayoría de los restaurantes de hoy en día, y mucho más en envoltorios de pasta convencional. Una lástima, teniendo en cuenta que a la cocina barcelonesa se la conoce por su habilidad a la hora de preparar canelones de todos los rellenos habidos y por haber y son recetas que siempre triunfan sin necesidad de extravagancias.
Tras el canelón, el rape en suquet. Como no es muy grande, se guisa entero, con espinas y parte de su cabeza, lo que, a mi parecer, supone un acierto, porque la espina central y la cabeza concentran gran parte de su sabor. Presentar el pescado tal y como es y no en su versión limpia de espinas, cabeza y piel vuelve a ser lo habitual en muchos restaurantes que dan prioridad al producto (Sagardi, El Chigre, Marea Alta, etc.). Tal vez algún melindroso preferirá obviar estos detalles, pero para alguien que disfruta del pescado como los gatos, agradezco esta vuelta a “la naturalidad”.
Una vez presentado en cazuela, el jefe de sala lo emplata: suprema en su punto, patatas bien cocidas, salsa tradicional con refrito de ajos y guindillas en lugar de picada. Un plato para disfrutarlo sin prisas. Un plato de barca que transporta a la cocina familiar.
La carne nos llega en forma de jarrete de ternera ultrameloso, suponemos que debido a una previa cocción a baja temperatura, una parmentier con verdadero sabor a patata, no demasiado líquida, como suele ser lo habitual, y unas chips de yuca aparentemente fáciles, pero su fritura requiere mimo, pues se queman con facilidad. La demiglace lo cubre y lo armoniza todo , al igual que el tinto de la DO Montsant.
De postre compartimos un pastel tibio de plátano, espuma de queso y coco, salsa “toffee” y helado de chocolate. Nada empalagoso, pero contundente. Si usted tiene buen saque podrá disfrutar de su carro de postres (¡increíble!), pero nuestro sentido común nos dice que esta comida ha llegado a su final. Lo demás, puesto que es mucho y tentador, lo iremos viendo con el tiempo.  Merece la pena.
El Xalet de Montjuïc
Av. Miramar 31 08038 Barcelona T. 93 324 92 70
Precio aprox. A la carta: 60 euros
Posibilidad de acordar menús para grupos.