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LA DONZELLA DE LA COSTA: POR TI NO PASAN LOS AÑOS [ Ir a RESTAURANTES ] [ Volver ]
 

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Passeig Marítim · Badalona, Barcelona · Telf. 669 18 44 88

Dicen que los pescadores de Badalona cantaban una canción en la que se decía “A la voreta del mar hi ha una donzella”.  Marineros, pescadores, hombres siempre con la vista puesta en el horizonte y el deseo en tierra. La canción en cuestión fue el canto de sirena que inspiró a un tal Quimarru, encargado, a su vez, de cuidar de las pequeñas casetas en blanco y azul que usaban los bañistas de los 60 y los 70, para dar nombre a su restaurante. La Donzella, ahora ya señora entrada en años, fue lugar emblemático para muchos badaloneses que iban hasta allí a celebrar su primer pisito en el nuevo barrio del Congreso, un sueldo ganado honradamente o una boda con tronío. 



La Donzella de la Costa pertenece a mi paisaje palatal, a mi memoria, está dentro de lo que sería el mapa gastronómico de una ciudad litoral con apacible Rambla de palmeras, un puente que no lleva a ninguna parte, un mono en una botella de anís y un consistorio que no hay por dónde cogerlo. Con todo, la Badalona del siglo XXI no se resigna. 



Se degrada y resiste, se cae y se vuelve a levantar, se despierta con un alcalde nuevo cada 2 años, pero cada tarde sale a pasear con un helado de Can Soler en la mano, unos frutos secos de Can Corbera o un chucho de Can Beltran y se le pasa todo. 



Porque es lo que tiene el mar, que la marea se lleva hacia adentro botellas con mensajes, plásticos, las luces de la gran cremà del Dimoni, su gran fiesta de mayo, y hasta las penas de los resignados votantes.  Y es que esta ciudad de comerciantes, indianos, industriosa, industrial y marinera ha visto nacer tantos buenos productos como señoras con mechas pululan por la Rambla. Era rica y le gustaba presumir. Su mercado central así lo indicaba: Mercat Maignon 1889. Precioso edificio por el que se paseaba la flor y nata de la ciudad, el meollo comercial, la gloria comestible...Cerrado a cal y canto a la espera de una rehabilitación que nunca llega. 



Así que hoy me quedo en esta playa en la que aún quedan algunas barcas de colores con nombre de mujer y me siento en uno de los restaurantes con más solera, no sin cierta nostalgia. Tiene uno de los chiringuitos más conocidos por los locales, uno de los que más borrascas ha aguantado y en los que a más a gusto estoy cuando se tiene algo que celebrar o algo que olvidar. El interior ha pasado por una reforma de interiorismo en el 2017 que ha dejado a la Donzella con ese aire de lifting discreto que distingue a las señoras de buena posición. 



La luz entra a raudales, el espacio es amplio, los colores son neutros, el mimbre araña unas sillas de diseño, el azul se impone. Habida cuenta de que el calor pide arena, nos decantamos por tomar una primera cerveza en la barra. En este chiringuito cubierto de cañizo y con una barra al fondo se puede pasar hasta la madrugada. Dicen que al ritmo del jazz o la rumba, según lo pida el estilo y el ánimo del respetable. La sombrita se agradece y esa primera caña, también. Las gambas rojas nos hacen ojitos. Nos cuentan que llegaron de Arenys hacía muy poco. 



Nuestra elección va a ser muy acorde con la estación y el momento: queremos una buena ensalada “cop de puny”, es decir, de tomate, ventresca de atún  y cebolla, un arroz con cabra de mar o centolla  que llega muy concentrado de sabor gracias al caldo de la cocción del marisco y un arroz en su punto, más un rodaballo, que es el pescado de la lonja de ese día, al horno con unas patatas panadera y unos cuantos mejillones, otro tanto de chirlas y un chorrito de vino. 







Obvia decir que no necesitaba nada más, pues la gelatina de este “faisán del mar” no necesita más que una brasa o un horno para hacer honor a su nombre.  Aprovecho la ocasión, por cierto, para recordar al lector que toda lonja es un buen espectáculo para entender la diferencia entre lo que le venden en el súper y lo que llega de la costa. La de aquí, obviamente, no la de Mauritania. La lonja de Badalona no es una excepción. Sin embargo, si desea comprar como particular tendrá que ir hasta la pequeña y deliciosa lonja de Montgat donde los pescadores exponen en cestas sus capturas y empiezan la subasta pública cada día a 13 h. Seguro que no habrán visto nunca un pececillo plano de nuestras costas que se llama tacó. 





El vino que acompañó a los platos principales fue un Alta Alella Parvus.  Nos gusta ese punto salino de las tierras del sauló, nos gusta la calidez que provoca este microclima entre el mar y la serralada de Marina, la pequeña cadena montañosa que suaviza el mistral de la tarde, la frontera natural entre el final del Badalonés, el Vallès y principios del Maresme y que se mastica en sus verduras, se posa en sus flores y se bebe también en joyas como esta. 
La carta de postres de la Donzella no es larga y representan una alianza entre lo mejor de cada casa: la pastisseria Can Comas y la horchatería y heladería Can Soler.  



Cualquiera de las dos opciones es un acierto. Por cierto, si piden fruta, concretamente, nísperos, le traerán micacos, probablemente, traído del árbol de algún vecino que tenga un badiu o patio interior bien fresquito, dos términos que solo se utilizan en Tiana, Montgat y Badalona. Bonitas palabras que van de la mano de las lenguas y las cocinas. 

Precio aprox. 50 euros más vino.
Passeig Marítim, 08911 Badalona, Barcelona